FALSAS DONACIONES


¿Qué sentido tiene la vida si todos vamos a morir hoy, mañana o dentro de ochenta años? La gran pregunta del ser humano, la razón de su existencia, ha obsesionado a las personas desde hace milenios. Todos nos levantamos por la mañana y pensamos en qué objetivos tenemos para ese día. Ir a trabajar, a estudiar o, en estos días de cuarentena tan extraños, simplemente leer y cultivar alguna afición a la que antes no se dedicaba tiempo al carecer de él. Sin embargo, la razón misma de la vida, que en realidad no es otra que sobrevivir el máximo tiempo posible y ser feliz, ha sido sustituida por las ansias de dinero y poder en nuestros días. Cada vez más gente, imbuida por la insistente publicidad, siente y cree que ha nacido para ganar dinero, el máximo posible, sin importar nada más. Esa mentalidad, que se ha visto acrecentada por la consecución de un neoliberalismo social en el que las personas pasan a estar en un segundo plano por detrás del dinero, no tiene cabida en un mundo futuro en el que miles de amenazas ponen en jaque nuestra sociedad y nuestra existencia como especie.


Y fruto de todo ese sentimiento, que tanto poseen hoy en día personas pobres que sueñan con ser ricas, surge la expiación a los pecados de muchos millonarios. Las campañas en redes sociales y medios de comunicación a favor de las donaciones de multimillonarios que gestionan sus imperios sin escrúpulos son prueba de ello. Es absolutamente absurdo que gente que vive en la miseria pueda siquiera justificar una acción de un multimillonario al que no le importa más que su dinero. Pero está ocurriendo. En algunos casos, esas justificaciones sí que provienen de personas de buena fe que confían en el corazón de los empresarios que las realizan. Pero, en otras ocasiones, esas alabanzas a las acciones de un millonario entrañan un complejo sistema mental creado y formado en la sociedad que actualmente tenemos. Y es que mucha gente cree que, más pronto que tarde, le llegará su turno. En algún momento pasará a formar parte de ese selecto club de multimillonarios que se pueden permitir una donación benéfica millonaria sin que sus cuentas se vean disminuidas y sin que ni siquiera les importe a dónde mandan su dinero. Pero esas personas no comprenden, o no quieren comprender, una cosa: Para que haya unos pocos arriba, tiene que haber muchos abajo. Y si ya estás abajo es muy improbable que alcances la cima; incluso que llegues a las faldas de la montaña.

El hecho cierto es que la donación de una cantidad cuantiosa, aunque para el donante apenas sea una limosna, beneficia a la entidad, organismo u institución que la recibe. Pero, quizá, deberíamos plantearnos la razón por la que decide hacerla. Y más aún: por qué razón decide hacerla pública. Mucho se ha hablado de las razones económicas que puede haber detrás. Lo que de verdad les interesa no es la retribución inmediata que pueda suponer una cantidad insignificante para sus abultadas arcas. Lo que quieren es marketing. Buena publicidad para su empresa. Basta que un empresario exitoso haga una donación para que aparezca en la red social de turno una legión de admiradores que le adoran. Es la expiación total: lo que hayas hecho antes da igual. Ahora has ayudado con tu dinero a una buena causa. Esa publicidad que le hace la persona de a pie no tiene precio; no digamos ya la que le hacen los medios afines.

Muchos, a pesar de todo, no cesan de repetir que toda ayuda es buena. Sin querer olvidar que bastaría con que esos multimillonarios tributaran todo el dinero que poseen, y cuando digo todo me refiero al oculto y al visible, el simple hecho de que una donación de dinero no sea por fines caritativos sino por pura estrategia de marketing es como poco repugnante. Usar el dolor de mucha gente para que tu empresa suba en beneficios y así ganar más dinero no tiene otro calificativo. Ayudar a personas que lo necesitan con dinero para que luego tengas unas mayores ventas y recuperes esa donación con creces. Sencillamente inaceptable.


Retomo lo dicho al principio del artículo. El dinero delante de las personas. Si ayudar a personas me hace ganar dinero después, estupendo; si no es así no me interesa. Si de verdad se quisiera hacer algo benéfico no se haría público. Cada anuncio de donación de un empresario es una publicidad  para su empresa impagable: eso cualquier persona que reflexione un poco lo sabe. Quizá lo que habría que hacer es dejar de endiosar a personas a las que los pobres les importamos una mierda.

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